Por Felipe de Jesús Sánchez Alvarado
Cuando comenzó el año 2020, todo pintaba un panorama abrazador, las personas tenían
sueños y anhelos, realizar en este año; niñas, niños y jóvenes, deseosos de volver a clases
después de haber parado durante las vacaciones de invierno. Todo transcurría con normalidad
y el mundo tomo sentido después de detenerse por un momento en navidad. Sin embargo, la
realidad se estaba fraguando en el otro lado del mundo, una nueva guerra estaba apunto de
comenzar y no teníamos ni idea de como salir victoriosos de ella. Los primeros meses
transcurrieron con normalidad, y de pronto, como si estuviéramos en una película de terror,
donde el preámbulo va preparando a los actores y que solo el espectador se da cuenta de lo
que viene, así estábamos nosotros, nadie supuso un cambio en la trama de esta historia; a
finales de febrero y principios de marzo, los primeros casos de COVID-19 comenzaron a
surgir en México, y poco a poco, la psicosis social, la falta de conciencia de muchos
mexicanos y la inestabilidad de salud, provocaron una revolución a niveles jamás vistos.
Todos pensaron que esto se frenaría rápido, lo cierto es que aún estando en septiembre del
2020 seguimos en cuarentena, 185 días desde aquel 20 de marzo fatal para muchos, pero más
aún para el sistema educativo, aquel 20 de marzo se decreto la suspensión de clases
presenciales, y entramos así a una nueva era.
Por el impedimento que surge al no poder estar en clases presenciales, las TIC tomaron un
protagonismo aún más marcado del que se tenía, se volvieron la herramienta más
indispensable para solventar y salir al quite (como se dice coloquialmente) contra esta
pandemia.
Las TIC han facilitado y a la vez, cumplido las veces de herramienta elemental para esta
“Nueva Normalidad” que estamos pasando, según la Unesco, en tiempos de pandemia, se ha
comprobado un mayor uso y consumo por parte de las tecnologías, y como no, ya que sin
ello no podríamos ni siquiera estar comunicados, ya ni hablar de las labores diarias como el trabajo de oficina o la escuela. Y hablando precisamente de ello, las escuelas son las que más
participación han tenido en el uso de las TIC, estas dan un acceso a “expresarse, hacerse
escuchar y ejercer el derecho a actuar por el bien común. Promueven una cultura participativa
que fortalece el compromiso social, a través de diferentes plataformas y herramientas”.
Todo pareciera que esta en forma hablando de esta manera y presentando esta información,
sin embargo, la realidad versa más allá, las TIC han hecho una labor excepcional, hablando
en cuanto a herramienta para facilitar la comunicación y proveer un elemento capaz de
solucionar en cierta medida la situación actual hablando en el ámbito de la educación, pero,
lamentablemente, queda la otra cara de la moneda, niñas, niños y jóvenes, cada vez más
inmersos en un mundo cibernético, que es a su vez, glamuroso en apariencia, pero helado por
dentro, que mientras más te adentras, más te vuelves uno con él, y es aquí donde surgen las
preguntas ¿Dónde quedan las relaciones interpersonales entre los alumnos? ¿Dónde queda la
retroalimentación, el cariño del docente hacia sus alumnos, el consejo cercano para algún
problema, la socialización para aquel que estaba un tanto retraído? Hemos ganado mucho,
pero a la vez, ¿Qué tanto hemos perdido?
La balanza esta puesta, la “Nueva Normalidad” es una realidad desde ya algunos meses, las
TIC están en nuestras vidas, no es lo mejor, no suplen al maestro o al docente, no generan un
afecto con el prójimo, sin embargo, ayudan en demasía a dar solución a esto que vivimos, o
¿Qué otra opción hay, que camino podemos tomar?
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